Entre esquilas, mates y encuentros
Hay tres instancias determinantes en el cotidiano transcurrir del hombre de trabajo campero. La labor ruda, apremiante y exigente de habilidades físicas; qué mejor representada sino por la esquila anual de las majadas de muchas estancias. Una suma de tareas diversas en un breve espacio de días. Sincronización de esfuerzos para obtener un logro que compense soledades y sacrificios. Entre tanto trajinar, pequeños descansos compartidos entre varios o en soledad otras veces. Es allí donde el mate acompaña, ayuda a pensar, invita al diálogo y serena cuerpos y mentes cansados. Matear, una rutina para seguir ocupado en algo y desocupado de todo. Una búsqueda que causa pequeños placeres entre grandes preocupaciones. Si la vida rural parece sinónimo casi permanente de aislamiento, los encuentros accidentales, de ocasión, porque se dieron, sirven para reamigarse, informarse, difundir nuevas. En estos momentos de coincidencia todo es mesura, alegría contenida, satisfacción por lo logrado; en suma, continuación de una búsqueda que logre la permanente paz de espíritu para reiterar un nuevo día de trabajo, descanso y diálogo.